En octubre me puse en contacto con Udare (@Udare_es),
(www.udare.es), una empresa gestionada entre Pamplona y Arusha por Aitor, su
mujer y Gregory, un tanzano que empezó como porteador en el Kilimanjaro. Les
escribí preguntando por rutas y presupuesto para hacer un safari por el norte
de Tanzania y enseguida me propusieron un safari que cumplía con mis demandas.
El itinerario sería Manyara-Área de Conservación del Ngorongoro-Serengueti y
terminaríamos con Tarangire. El alojamiento sería en campings y dormiríamos en
tienda de campaña, la forma más auténtica de realizar un viaje de este estilo.
A las 8:30 quedamos en Arusha para comenzar el viaje y allí
conocí a Eduardo y Carolina, la pareja con la que iba a compartir aventura. Además, conocí a Gregory, a Fredy (nuestro cocinero) y a Mudi (el conductor del
4x4). Salimos directos hacia Mto wa Mbuy, el pueblo más cercano al Parque
Nacional del Lago Manyara. Tardamos unas dos horas debido al tráfico que se
suele formar a la salida de la ciudad de Arusha. Llegamos al camping, dejamos
las tiendas, mochilas, etc y nos fuimos a visitar el Parque Nacional del Lago
Manyara.
Este parque se encuentra justo en una de las fallas del Valle del Rift, que discurre desde Egipto hasta Mozambique durante más de 9.000 kilómetros. El lago Manyara es de origen volcánico, por lo que en sus aguas no habitan seres vivos. Tan solo se acercan grandes bandadas de flamencos a su orilla. En poco tiempo pasamos de la carretera que va desde Mto wa Mbu a Karatu a estar en plena selva rodeados de diferentes especies de primates juguetones.
Seguimos avanzando por los caminos de tierra y nos
encontramos con varios elefantes cruzando la carretera y comiendo de los
grandes arbustos que había a lo largo de ella.
Después de atravesar la profunda
selva, llegamos a una llanura inmensa donde se encuentra el lago Manyara. Antes
de acercarnos a la orilla, tuvimos la oportunidad de avistar ñus, facóferos,
buitres e hipopótamos.
Seguimos avanzando y llegamos hasta una abertura en las rocas
de donde salía agua ardiendo procedente del interior de la tierra. Desde ese
sitio las vistas al lago repleto de flamengos eran preciosas.
Después de dormir plácidamente en la tienda de campaña (esta
vez sin estar rodeados por animales), madrugamos y pusimos rumbo al Área de
Conservación del Ngorongoro. A diferencia de los parques nacionales, en esta
área de 8292 km cuadrados, viven masaais. Muchos de ellos fueron expulsados de
la zona del Serengeti cuando se le declaró Parque Nacional en el año 1981. Otros ya
vivían en esta zona y lucharon mucho por mantener sus tierras. Los masaais pueden
vivir en todo el área de conservación excepto dentro del cráter del Ngorongoro.
Los científicos piensan que este volcán llegó a ser más alto que el
Kilimanjaro, hoy en día la cima más alta del continente africano. Hace unos 2
millones de años ocurrió una explosión interior y el volcán se derrumbó,
dejando a la luz su espectacular cráter.
A los masaais les está prohibido cultivar, pero ya que ellos
no toman nada que salga de la tierra no les preocupa. Esta vez, no como en
diciembre, ¡iba a bajar al cráter! Muchos llaman a este cráter de 19 km de
diámetro “el jardín del edén”. Otros dicen que Noé vino hasta aquí para llenar
su arca de animales. Es el lugar con mayor concentración de fauna de la Tierra.
Desde el mirador que hay en la cresta del cráter, se puede observar su inmensidad.
Nunca pensé que al bajar nos íbamos a encontrar tal cantidad de animales.
Los animales que más vimos fueron cebras y ñus, ¡ estaban por
todas partes ¡
Teníamos mucha sed de felinos y nuesrtos deseos se cumplieron
rápidamente. Mudi escuchó lor la radio del coche donde había leones y allá que
fuimos. Tuvimos mucha suerte ya que cuando llegamos al lugar estábamos
completamente solos. Los leones estaban caminando muy cerca del camino por el
que estábamos pasando. De hecho lo cruzaron, rodearon el coche y fueron a
tumbarse en una loma cercana.
Pasé un miedo innarrable. Un macho joven rodeó el
coche, y a 30 centímetros del coche se paró y nos miró fíjamante.
Los felinos comenzaron a bajar de la loma y Mudi fue hacia
otro camino para verles de nuevo desde cerca.
Comimos en un sitio realmente idílico. Un oasis en medio de un cráter, un pequeño lago de ahua dulce dormado por las aguas de lluvia donde habitan decenas de hipopótamos.
Poco a poco fuimos hacia el camino de subida, pero antes atravesamos la pequeña selva que alberga el cráter, sitio en el que viven la mayoría de los elefantes. El camino de subida a la cresta fue largo, pero las bistas merecieron la pena.
El magnífico día en el jardín del edén se acababa. Pero antes de hacerlo nos tenía preparada una sorpresa. Justo en el camino de entrada al camping, vimos un gran elefante.
Gregory nos contó que suele frecuentar el cámping en busca del pozo de agua para beber. Fue todo un espectáculo ver como bebía delante de todos los que allí nos íbamos a alojar esa noche.
La humedad que hay a más de 2300 metros y el fresco se
hicieron notar durante la madrugada, y pasamos un poco de frío. Esa mañana nos
levantamos a las 5:30 para llegar cuanto antes al Serengeti, nuestro siguiente
destino. Era el parque nacional que más ganas tenía de visitar. Siempre he oído
acerca de la inmensidad de los leones del Serengeti, la concentración de ellos
que hay, la gran migración de ñus y sus llanuras infinitas. De hecho “Serengueti”
significa “llanura infinita” en la lengua masaai. Para que os hagáis una idea,
el Área de Conservación del Ngorongoro limita con el parque Nacional del
Serengeti.
El día estaba muy nublado y la temperatura era suave. Unas
cuantas hienas nos desafiaban corriendo al lado del coche hasta que se
cansaron.
Antes de ir al campamento a dejar nos bultos, nos a encontrarnos con una leona joven y su
pequeño, y dos elefantes nos deleitaron jugando con sus trompas a enrollarlas.
Empezó a llover y resultaba más difícil ver animales, pues no podíamos abrir las ventanas, llovía fuerte.
Esa tarde fue bastante desapacible, seguía lloviendo y
también debido a la hierba alta, era difícil ver a los depredadores. Parecía
que los famosos leones del Serengeti no tenían las mismas ganas de vernos que
nosotros a ellos. Estuvimos esperando unos 20 minutos a que un leopardo bajase
de un árbol, pero cuando bajó lo perdimos de vista. Aun así, el simple hecho de
verlo bajar y resbalarse en el tronco fue mágico. Se me sigue resistiendo ver
un leopardo desde más cerca.
Esa noche dormimos rodeados, literalmente, de hienas y de búfalos.
Nadie se atrevió a ir al servicio en mitad de la noche. Nosotros nos levantamos
a las 4:30, era noche cerrada y estábamos muertos de miedo. A cada lado que
mirábamos se veían dos puntitos relucientes, eran los ojos de las hienas o de
los búfalos. Corrimos al comedor para desayunar y cerramos la puerta con
cerrojo (por lo que pudiera pasar) . Salimos muy pronto para aprovechar al
máximo el día. Fuimos directamente a la gran llanura de Ndutu, donde
esperábamos ver más felinos que en la zona de Seronera, donde estuvimos el día
anterior.
Y así fue, nada más coger el desvío, dos leones machos
fornidos estaban esperándonos tumbados. Nos brindaron el mayor espectáculo que
he visto en mucho tiempo. El primero, algo más joven que el segundo descansaba
a escasos dos metros del coche. Posó para nosotros como el mejor modelo pudiera
hacer, incluso mirando a la cámara.
Tenía una melena larga rubia, a juego con sus ojos color miel. Su cara era simplemente espectacular. Otro león, con la melena más oscura, nos esperaba un poco más adelante, pero fue él el que se nos acercó y se colocó al lado del otro.
¡Por fin había visto leones machos melenudos! Con la emoción aun muy dentro del cuerpo, seguimos en busca de más “gatitos”. Pronto nos encontramos a un guepardo haciendo la digestión, a unos metros de él había un digdig, una especia de antílope enano.
Todavía nos quedaban leones por ver, en este caso era una
manada de hembras con los cachorros. Descansaban cerca de un riachuelo. Esta
vez nos juntamos varios 4x4 a verles.
El último león que vimos ese día descansaba panza arriba
después de haber devorado una cebra.
Otras simpáticas hienas aparecieron a nuestro paso para decirnos adiós.
Llegamos de nuevo al camping de Mtu wa Mbu después de
atravesar de nuevo el Área de Conservación del Ngorongoro y de despedir el
cráter desde el mirador.
El último día lo pasamos visitando el Parque Nacional de Tangire,
famoso por el gran número de elefantes que habitan en él. No nos decepcionó.
Los elefantes, exactamente, eran muchos y muy grandes. Pudimos verles comiendo,
cruzando el río al más puro estilo “El libro de la Selva”, y hasta duchándose.
Además dos leonas se dejaron ver muy cerca de nosotros,
volvieron a pasar por delante del coche y a perderse entre las altas hierbas.
Nos fuimos de vuelta a Arusha muy contentos por estos días de experiencias, fotos, sustos, emociones, fotos y mucha convivencia.
Asante sana Gregory, Mudy y Fredy por estos maravillosos
días.
¡Asante sana Udare!
Por fin!!
ResponderEliminarHa merecido la pena la espera.
Preciosas las fotos.
Te quiero. Mamá.
Hola Marta, soy Borja, un chico de Murcia que va a volar a Dar er Salam el 3 de agosto, y voy a pasar unos 23 dias por allí, tengo mucha ilusión por coger el tren y poder ir a las cataratas victoria, me apetece mucho esa aventura, pero me gustaría más información, ya que voy con mi pareja y las maletas, te dejo mi email por si puedes escribirme, borjameseguer@yahoo.es
ResponderEliminarHola Marta, soy Borja, un chico de Murcia que va a volar a Dar er Salam el 3 de agosto, y voy a pasar unos 23 dias por allí, tengo mucha ilusión por coger el tren y poder ir a las cataratas victoria, me apetece mucho esa aventura, pero me gustaría más información, ya que voy con mi pareja y las maletas, te dejo mi email por si puedes escribirme, borjameseguer@yahoo.es
ResponderEliminarHola Marta, cuando puedas me puedes escribir ?? Mil Gracias.
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