domingo, 10 de abril de 2016

Livingstone & Cataratas Victoria

La siguiente parada en la ruta (y en principio la última para mí) iba a ser la ciudad que lleva el nombre del misionero y explorador inglés que vio por primera vez las impresionantes Cataratas Victoria. 
Para llegar hasta allí, Darío, Ana y yo cogimos una furgoneta desde la estación de autobuses de Lusaka (la capital de Zambia). Las primeras horas de viaje fueron duras, estábamos muy cansados y la carretera era mala. 
Después de 8 horas llegamos a Livingstone y fuimos a la que iba a ser nuestra casa para unos días: el hostal Fawlty Towers. Digo que fue nuestra casa porque es el sitio más acogedor en el que he estado en mucho tiempo. Sofás cómodos, camas buenas y un personal majísimo. Además, las zonas comunes eran muy espaciosas y estaban cuidadas al detalle. 



¡ Y qué contaos de la piscina ! Un oasis en la bulliciosa ciudad. 


La cocina del hostal estaba totalmente equipada con lo necesario para cocinar y guardar la comida en el frigorífico. Era un lugar encantador, con una cita que invita a seguir. 



Descansamos durante un día, y al siguiente llegó el momento de visitar a las cataratas, todos estábamos muy muy nerviosos. El hostal ofrece todos los días un servicio de shuttle gratuito a las 10 de la mañana hasta la puerta del Parque Nacional. Nos juntamos un grupo grande entre los que estaban los japoneses y una chica de Armenia, entre otros. 


La entrada al parque cuesta 20$ o 220 kwacha, la moneda local, que equivale a 18€. Una vez dentro, nos sorprendimos por todas las rutas que se podían hacer para ver las cataratas desde diferentes perspectivas. Primero optamos por la senda fotográfica, en la que como cuyo nombre resalta, hay muchos lugares desde los que tomar buenas instantáneas. La senda acaba con vistas al que fue puente más alto del mundo cuando se finalizó su construcción y que da acceso a Zimbabwe. 


La siguiente ruta que tomamos fue la llamada "Boiling pot" y que nos iba a llevar, después de 20 minutos de bajada y 300 metros de desnivel, hasta la orilla del río Zambezi. 




¡ Las vistas del puente y del río eran espectaculares ! 
Como podéis ver, dejamos las cataratas para el último lugar. Queríamos explorar la zona antes y dejar lo mejor para el final. Debido a que cuando fuimos la época de lluvias estaba terminando, el río Zambezi llevaba muchísima agua, por lo que al carr por los más de 100 metros que tienen las cataratas, el agua forma una especie de nube que te cala. Nos recomendaron ir en ropa de bañi y no llevar nada importante que se pudiera mojar porque realmente nos íbamos a empapar, y así fue. 





Hacer fotos fue casi misión imposible, menos mal que llevaba una funda impermeable para el móvil. Los arcoiris aparecían y desaparecían, sorprendiéndonos a cada paso que dábamos.

Al día siguiente fuimos a ver las cataratas desde el puente. Para ello es necesario pasar por la oficina de inmigración que hay a escasos metros de llegar y pedir un permiso especial solo para cruzar el puente y volver. Si se sigue por la carretera, se llega a Zimbabwe, donde se necesita visado para entrar. De hecho a mitad del puente se encuentra la frontera física con este país. 


Fuimos a ver el atardecer y fue precioso. La última luz del día sobre el cañón por el que baja el Zambezi, el arcoiris sobre el "Boiling pot" y la fantástica compañía hicieron una tarde genial.






Al día siguiente, me recomendaron ir al hotel "The Royal Livingstone" a ver de nuevo el atardecer. Como podéis imaginar solo por el nombre, el hotel es el más caro de Livingstone. Está dentro del parque nacional y la habitación más barata ronda los 400€. El plan consistía en ir a una terraza que tienen a orillas del Zambezi desde la que decían que se ve el mejor atardecer de Zambia. 
Fui con Alik, el chico de Zimbabwe que trabaja en Sudáfrica porque Darío y Ana se habían marchado a Tanzania, y Joseph seguía su aventura por Botsuana haciendo autostop. 

Llegamos con pintas de viajeros, no de huéspedes de tan lujoso hotel, por lo que fuimos directamente a la terraza. Por unos 3€ pedimos unos batidos enormes y deliciosos. Nos tumbamos en unas de las muchas hamacas que había y... ¡ ocurrió la magia ! 


A la izquierda, el vapor que sube de las cataratas, y de frente el sol escondiéndose un día más. 

Es cierto que las mejores fotos se hacen con la vista, no con una cámara, y menos con un móvil. Estoy haciendo un album precioso en mi memoria de cada momento, de cada atardecer, de cada amanecer y de cada noche estrellada. 
¡ Una pena que solo pueda compartir unos cuantos momentos más con vosotr@s ! 

Desde Livingstone tenía pensado volver a Tanzania, y aquí me encuentro, en Namibia, con el ticket de autobús en la mano para ir mañana a Ciudad del Cabo...¡ SUDÁFRICA ! 




¡¡ Seguimos !! 








lunes, 4 de abril de 2016

Viaje de Tanzania a Zambia en tren

Como la mayoría de vosotros ya sabéis, he puesto fin a minetapa de voluntariado en Iringa y he decidido viajar por África hasta mi vuelta a España en junio.

La primera etapa en este viaje ha sido Zambia, mi destino en concreto era Livingstone, la ciudad que lleva el nombre del explorador y misionero británico que vio por primera vez las grandiosas cataratas Victoria. 
El viernes 25 de marzo a las 10 de la mañana estaba en la estación del tren TAZARA en Dar es Salaam. 


Esta línea conecta la principal ciudad tanzana con New Kapiri Mposhi, a tan solo 2 horas de Lusaka, la capital de Zambia. 
El billete en primera clase me costó 104.000 chelines tanzanos, al cambio, unos 40€, y fue fácil reservarlo. Solo hace falta llamar a la estación y pagar el mismo día de salida. Había leido en internet que el gobierno tanzano había comprado un nuevo tren, en el que estaba a punto de embarcarme, y no podía esperar más a comenzar este nuevo viaje.
Ya en la estavión conocí a varios viajeros como yo: mamas de Zambia, jóvenes tanzanos, familias... Y varios grupos de gente blanca como yo. Al entrar al tren no pude dejar de hacer fotos a todo. La cabina era nueva, muy bonita, con 4 camas, una mesita, dos cargadores y un ventilador.



¡Cual fue mi sorpresa al ver que mis compañeras de viaje eran tres chicas italianas! Estaban haciendo un voluntariado al norte de Zambia y habían viajado a Tanzania para pasar las vacaciones de Semana Santa. 


Sara, Maria Chiara y Marguerita fueron unas compañeras geniales de aventura hasta que se bajaron en Mbeya para hacer turismo en la zona.

Mientras, el paisaje y los más de 300 puentes que atraviesa la línea, nos hacían mirar por la ventanilla durante horas.



Cada vez que el tren paraba unos minutos aprovechábamos para bajarnos, comprar alguna cosilla de comer y tomar aire. Fue así cuando conocí a Darío y a Ana, con los que iba a pasar una semana.


- Hi, where are you from?
- Im Spanish- me contestó. Y nos empezamos a reir como niños. Darío es un ingeniero madrileño que trabaja para una ONG tratando de llevar la electricidad a un pequeñito pueblo del interior de Tanzania. Allí vive con Ana, una chica suiza que trabaja como enfermera en el hospital del mismo pueblo. 

En el agradable restaurante del tren pasamos la mayoría del tiempo. Servían el desayuno, la comida y la cena. Además de todo tipo de bebidas y snaks. 



Aquí fue donde empecé a conocer a más aventureros: Joseph y Alek, dos viajeros solitarios con historias de sus viajes para escucharles durante horas. Y así fue, estuvimos compartiendo vivencias durante todo un día. También conocí a tres chicos japonenes con los que pasé un día de ensueño en las cataratas Victoria y a los que esperamos hoy en Namibia. Uno de ellos, lleva viajando por el mundo nada más que un año y medio. ¡Os podéis imaginar las anécdotas que guarda!

En el mismo tren cruzamos la frontera entre Tanzania y Zambia. La policía de inmigración se subió al tren tanto en el lado tanzano como en el de Zambia para pedirnos los pasaportes y pasar por caja. 50$ vale la visa de entrada para 3 meses al país.
Si pensáis que el viaje dio para mucho, no os equivocàis. En total fueron 58 horas en un tren en el que monté sola, y del que bajé de la mano de gente maravillosa, gente enamorada (al igual que yo) de África y de este mundo.

Y para terminar esta aventura de casi 4 días, llegamos a nuestro destino a las 12 de la noche, por lo que nos tocó echar lo que tuvieramos a mano al suelo e intentar dormir unas horas. 


Próxima parada... Livingstone





martes, 26 de enero de 2016

Safari por el norte de Tanzania

En octubre me puse en contacto con Udare (@Udare_es), (www.udare.es), una empresa gestionada entre Pamplona y Arusha por Aitor, su mujer y Gregory, un tanzano que empezó como porteador en el Kilimanjaro. Les escribí preguntando por rutas y presupuesto para hacer un safari por el norte de Tanzania y enseguida me propusieron un safari que cumplía con mis demandas. El itinerario sería Manyara-Área de Conservación del Ngorongoro-Serengueti y terminaríamos con Tarangire. El alojamiento sería en campings y dormiríamos en tienda de campaña, la forma más auténtica de realizar un viaje de este estilo.

A las 8:30 quedamos en Arusha para comenzar el viaje y allí conocí a Eduardo y Carolina, la pareja con la que iba a compartir aventura. Además, conocí a Gregory, a Fredy (nuestro cocinero) y a Mudi (el conductor del 4x4). Salimos directos hacia Mto wa Mbuy, el pueblo más cercano al Parque Nacional del Lago Manyara. Tardamos unas dos horas debido al tráfico que se suele formar a la salida de la ciudad de Arusha. Llegamos al camping, dejamos las tiendas, mochilas, etc y nos fuimos a visitar el Parque Nacional del Lago Manyara.

   

Este parque se encuentra justo en una de las fallas del Valle del Rift, que discurre desde Egipto hasta Mozambique durante más de 9.000 kilómetros. El lago Manyara es de origen volcánico, por lo que en sus aguas no habitan seres vivos. Tan solo se acercan grandes bandadas de flamencos a su orilla. En poco tiempo pasamos de la carretera que va desde Mto wa Mbu a Karatu a estar en plena selva rodeados de diferentes especies de primates juguetones. 

     

Seguimos avanzando por los caminos de tierra y nos encontramos con varios elefantes cruzando la carretera y comiendo de los grandes arbustos que había a lo largo de ella. 



Después de atravesar la profunda selva, llegamos a una llanura inmensa donde se encuentra el lago Manyara. Antes de acercarnos a la orilla, tuvimos la oportunidad de avistar ñus, facóferos, buitres e hipopótamos.





Seguimos avanzando y llegamos hasta una abertura en las rocas de donde salía agua ardiendo procedente del interior de la tierra. Desde ese sitio las vistas al lago repleto de flamengos eran preciosas.



Después de dormir plácidamente en la tienda de campaña (esta vez sin estar rodeados por animales), madrugamos y pusimos rumbo al Área de Conservación del Ngorongoro. A diferencia de los parques nacionales, en esta área de 8292 km cuadrados, viven masaais. Muchos de ellos fueron expulsados de la zona del Serengeti cuando se le declaró Parque Nacional en el año 1981. Otros ya vivían en esta zona y lucharon mucho por mantener sus tierras. Los masaais pueden vivir en todo el área de conservación excepto dentro del cráter del Ngorongoro. Los científicos piensan que este volcán llegó a ser más alto que el Kilimanjaro, hoy en día la cima más alta del continente africano. Hace unos 2 millones de años ocurrió una explosión interior y el volcán se derrumbó, dejando a la luz su espectacular cráter.
A los masaais les está prohibido cultivar, pero ya que ellos no toman nada que salga de la tierra no les preocupa. Esta vez, no como en diciembre, ¡iba a bajar al cráter! Muchos llaman a este cráter de 19 km de diámetro “el jardín del edén”. Otros dicen que Noé vino hasta aquí para llenar su arca de animales. Es el lugar con mayor concentración de fauna de la Tierra. Desde el mirador que hay en la cresta del cráter, se puede observar su inmensidad. Nunca pensé que al bajar nos íbamos a encontrar tal cantidad de animales.



Los animales que más vimos fueron cebras y ñus, ¡ estaban por todas partes ¡ 






También vimos al ave más grande del mundo, el avestruz. 



Mudi iba conduciendo con cuidado por los caminos de tierra que se han construido para poder llegar a casi todos los rincones del cráter y así poder avistar mejor a los animales. En esta época, hay muchas lluvias, por lo que algunos caminos fueron realmente difíciles de conducir por ellos.


Los primeros hipopótamos aparecieron en una charca en medio del cráter. Son animales realmente grandes. En todo áfrica matan a m´s gente que los leones, los búbafos o los leopardos.



Teníamos mucha sed de felinos y nuesrtos deseos se cumplieron rápidamente. Mudi escuchó lor la radio del coche donde había leones y allá que fuimos. Tuvimos mucha suerte ya que cuando llegamos al lugar estábamos completamente solos. Los leones estaban caminando muy cerca del camino por el que estábamos pasando. De hecho lo cruzaron, rodearon el coche y fueron a tumbarse en una loma cercana.








 Pasé un miedo innarrable. Un macho joven rodeó el coche, y a 30 centímetros del coche se paró y nos miró fíjamante. 



En ese momento nos dimos cuenta de que¡  la ventana estaba de par en par abierta ¡ Menos mal que no pasó nada, pero el susto nos acompañó todo el viaje, pensando en lo que hubiera podido pasar.
Los felinos comenzaron a bajar de la loma y Mudi fue hacia otro camino para verles de nuevo desde cerca.




Comimos en un sitio realmente idílico. Un oasis en medio de un cráter, un pequeño lago de ahua dulce dormado por las aguas de lluvia donde habitan decenas de hipopótamos. 


Poco a poco fuimos hacia el camino de subida, pero antes atravesamos la pequeña selva que alberga el cráter, sitio en el que viven la mayoría de los elefantes. El camino de subida a la cresta fue largo, pero las bistas merecieron la pena. 



El magnífico día en el jardín del edén se acababa. Pero antes de hacerlo nos tenía preparada una sorpresa. Justo en el camino de entrada al camping, vimos un gran elefante. 




Gregory nos contó que suele frecuentar el cámping en busca del pozo de agua para beber. Fue todo un espectáculo ver como bebía delante de todos los que allí nos íbamos a alojar esa noche.



La humedad que hay a más de 2300 metros y el fresco se hicieron notar durante la madrugada, y pasamos un poco de frío. Esa mañana nos levantamos a las 5:30 para llegar cuanto antes al Serengeti, nuestro siguiente destino. Era el parque nacional que más ganas tenía de visitar. Siempre he oído acerca de la inmensidad de los leones del Serengeti, la concentración de ellos que hay, la gran migración de ñus y sus llanuras infinitas. De hecho “Serengueti” significa “llanura infinita” en la lengua masaai. Para que os hagáis una idea, el Área de Conservación del Ngorongoro limita con el parque Nacional del Serengeti. 



Una puerta con el nombre del parque nos dio la bienvenida al Parque Nacional más conocido de África.



El día estaba muy nublado y la temperatura era suave. Unas cuantas hienas nos desafiaban corriendo al lado del coche hasta que se cansaron. 



A continuación un apuesto guepardo nos recibió nada más entrar acostado la cuneta. Era la primera vez que veía uno, y me resultó elegante y delicado.



Desde su posición tenía una vista privilegiada a la gran llanura de Ndutu, donde en este momento se agolpan millones de cebras y de ñus. Sí, sí, millones. No exagero.

Antes de ir al campamento a dejar nos bultos, nos a encontrarnos con una leona joven y su pequeño, y dos elefantes nos deleitaron jugando con sus trompas a enrollarlas. 




Empezó a llover y resultaba más difícil ver animales, pues no podíamos abrir las ventanas, llovía fuerte. 
Esa tarde fue bastante desapacible, seguía lloviendo y también debido a la hierba alta, era difícil ver a los depredadores. Parecía que los famosos leones del Serengeti no tenían las mismas ganas de vernos que nosotros a ellos. Estuvimos esperando unos 20 minutos a que un leopardo bajase de un árbol, pero cuando bajó lo perdimos de vista. Aun así, el simple hecho de verlo bajar y resbalarse en el tronco fue mágico. Se me sigue resistiendo ver un leopardo desde más cerca.
Esa noche dormimos rodeados, literalmente, de hienas y de búfalos. Nadie se atrevió a ir al servicio en mitad de la noche. Nosotros nos levantamos a las 4:30, era noche cerrada y estábamos muertos de miedo. A cada lado que mirábamos se veían dos puntitos relucientes, eran los ojos de las hienas o de los búfalos. Corrimos al comedor para desayunar y cerramos la puerta con cerrojo (por lo que pudiera pasar) . Salimos muy pronto para aprovechar al máximo el día. Fuimos directamente a la gran llanura de Ndutu, donde esperábamos ver más felinos que en la zona de Seronera, donde estuvimos el día anterior.
Y así fue, nada más coger el desvío, dos leones machos fornidos estaban esperándonos tumbados. Nos brindaron el mayor espectáculo que he visto en mucho tiempo. El primero, algo más joven que el segundo descansaba a escasos dos metros del coche. Posó para nosotros como el mejor modelo pudiera hacer, incluso mirando a la cámara.








Tenía una melena larga rubia, a juego con sus ojos color miel. Su cara era simplemente espectacular. Otro león, con la melena más oscura, nos esperaba un poco más adelante, pero fue él el que se nos acercó y se colocó al lado del otro. 






Verles justos fue indescriptible, tengo que reconocer que alguna lagrimilla se me escapó de la emoción. Juguetearon, bebieron agua de una charca cercana y se fueron.






¡Por fin había visto leones machos melenudos! Con la emoción aun muy dentro del cuerpo, seguimos en busca de más “gatitos”. Pronto nos encontramos a un guepardo haciendo la digestión, a unos metros de él había un digdig, una especia de antílope enano. 



El leopardo también se dejó fotografiar en varias posturas. Era precioso.




Todavía nos quedaban leones por ver, en este caso era una manada de hembras con los cachorros. Descansaban cerca de un riachuelo. Esta vez nos juntamos varios 4x4 a verles.




El último león que vimos ese día descansaba panza arriba después de haber devorado una cebra.



En el centro de la imagen podéis ver los intestinos, y a la derecha la cabeza. Seguramente estaría descansando para retomar la sabrosa presa que había cazado. Ya de vuelta al camino principal para emprender el viaje hacia Mtu wa Mbu, aun nos quedaba por ver otro guepardo. 



Esta vez pudimos ver sus andares, la forma de su cuerpo, tan estilizado, hecho para correr y matar. 
Otras simpáticas hienas aparecieron a nuestro paso para decirnos adiós. 



Llegamos de nuevo al camping de Mtu wa Mbu después de atravesar de nuevo el Área de Conservación del Ngorongoro y de despedir el cráter desde el mirador.



Estábamos realmente exultantes. Para mí, fue el mejor día de los 5 sin dudarlo.
El último día lo pasamos visitando el Parque Nacional de Tangire, famoso por el gran número de elefantes que habitan en él. No nos decepcionó. Los elefantes, exactamente, eran muchos y muy grandes. Pudimos verles comiendo, cruzando el río al más puro estilo “El libro de la Selva”, y hasta duchándose.





Además dos leonas se dejaron ver muy cerca de nosotros, volvieron a pasar por delante del coche y a perderse entre las altas hierbas. 



Nos fuimos de vuelta a Arusha muy contentos por estos días de experiencias, fotos, sustos, emociones, fotos y mucha convivencia.
Asante sana Gregory, Mudy y Fredy por estos maravillosos días.


¡Asante sana Udare!