Otra semana que pasa más que volada cuando miro hacia atrás, pero muy disfrutada en el día a día. Llena de alegría y a la vez de trsiteza compartida... En definitiva, de momentos muy emotivos.
Empezaré contandoos que el pasado jueves y el pasado viernes estuvimos de visita en Wilolesi Primary School. En este colegio algunas de nosotras dimos clase el año pasado durante una semana. A pesar haber pasado un año desde que nos fuimos de allí con lágrimas en los ojos y una caja de saltamontes entre las manos, al volver allí parecía que no nos habíamos ido nunca. Casi nada había cambiado: las clases seguían estando abarrotadas de niños, los profesores seguían pegando con un palo a los chavales sólo por haber fallado en un ejercicio, y la mayoría de los alumnos estaban tremendamente desmotivados en clase.
En Tanzania , por su cultura, es muy frecuente que los profesores peguen a los niños ya sea con un palo, una regla o simplemente les dan un bofetón con la mano abierta sin pensarlo dos veces. Es muy chocante verlos como humillan y hacen sufrir física y psicológicamente a los niños hasta hacerles llorar. Utilizan una receta que tiene decisión, inhumaidad y frialdad a partes iguales. El otro día mi amiga Laura y yo le dijimos a nuestra vecina, tocaya mía por cierto, que en España no pegábamos a los niños y ¿sabéis lo que nos respondió? Os voy a hacer un poco de rabiar y me gustaría que todo el que esté leyendo este post dejase un comentario con la respuesta que crea que la niña de 10 años acostumbrada a que la peguen en el colegio nos dio. En el siguiente post os desvelaré qué respuesta es la correcta.
Os decía que casi nada había cambiado porque los niños sí que habían cambiado. El primer día ya no nos temían porque sabían que les íbamos a querer y a respetar, que les íbamos a hacer sentir importantes en la clase, y que no íbamos a castigar sus errores, sino a darles otra oportunidad.
Nos querían mucho más que el año pasado y nos mostraban una admiración impresionante a cada segundo. Como dicen mis padres "el que siembra, recoge". A veces parece que las semillas no las siembras, sino que simplemente de te caen de los bolsillos, así que cuando vuelves te sorprendes tanto de lo que tienes para recoger que ni te lo crees.
Yo fui directamente a 5º de Primaria, allí iban a estar mis alumnos del año pasado, y así fue. No os hacéis a la idea de lo contentos que se pusieron al verme. En voz bajita unos a otros se decían "teacher Marta, teacher Marta" mientras me miraban con asombro y entusiasmo.
Fueron dos horas enseñandoles los números hasta un millón en inglés. Jugamos al bingo, hicimos ejercicios en el cuaderno en los que se corregían los unos a los otros y cantamos canciones.
Cuando sonó la campana para ir al patio parecía que habían pasado solo 20 minutos, pero en realidad habían sido 120. Incluso ellos querían seguir dando clase de inglés, algo insólito para sunprofesora habitual. Lo dicho, esa sensación de recibir tanto habiendo dado muy poco es indescriptible.
En el patio jugamos al fútbol, hicimos carreras y nos cantaron el himno de Tanzania seguido de canciones del colegio.
Fue un momento muy bonito para compartir fuera de la clase y jugar juntos.
El fin de semana estuvo lleno de despedidas: el domingo invitamos a las familias a las que habíamos ayudado a una merienda muy sencilla. Hicimos macedonia de frutas y palomitas.
Además mama Emmy cocinó mandasi y las focolarinas hicieron una tarta.
El lunes por la tarde los chicos de la Squoletta tenían también una fiesta preparada para nosotros repleta de bailes y canciones en la que no faltaron los regalos, de y para todos. Kangas para las chicas, mantas masais para los chicos y por nuestra parte, balones y lapiceros de colores para los chavales.
Antes de cenar nos invitaron a conocer a un obispo ruso que había venido a Tanzania a visitar el país y a conocer a la familia de Edward. Fue un momento bonito de compartir experiencias y puntos de vista.
La noche del domingo al lunes tuvimos también nuestra particular fiesta de despedida en la que no faltó Serengueti, Kilimanjaro ni Tusker. No, no son nuestros amigos, son cervezas del país ;-) Aún con el ritmo de la música en el cuerpo, eran las 5 de la mañana cuando vinieron a recoger al grupo de 14 formado por Laura, Javi, Marga, Andrés, Ana Torres, María Poveda, Reil, Eder, Ana Hernando, María García, Elena y Ale. Entre bostezos provocados por no haber dormido en toda la noche y lágrimas, Ana Rubio, María Aguado y yo nos despedimos de ellos. Poco después de volver a casa, sentimos eso que llaman "síndrome del nido vacío", la casa se había quedado huérfana de alegría y de voces. Sí, está comprobado que los españoles somos unos gritones y que yo poco a poco me voy haciendo mayor sin quererlo.
Ese lunes realmente había demasiada tranquilidad en la casa, nos pudimos sentar todas a comer en el sofá, tardamos demasiado poco en preparar la comida y en fregar, y por último, el turno para ducharse llegó demasiado pronto. En definitiva, les echamos demasiado de menos.
Al día siguiente les tocó volver a Madrid a Ana, Sara y María, lo que significaba que yo era la única española que se quedaba en Iringa. Su marcha significó mucho para mí. En la estación de autobuses nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida y ese "adiós" fuera un hasta siempre.
Desde ese día no he vuelto a hablar castellano más que por whatsapp, ¡espero que no se me olvide !
Después de su marcha empezó lo que he llamado en el título de la entrada "las verderas aventuras". Hice mi maleta y fui al focolar, aquí estaré viviendo hasta el martes que la familia en la que voy a vivir llegue de Rwanda. Creo que puedo decir que es la primera vez en la que después de llevar tan poco tiempo en una casa que no es la mía puedo decir que realmente me siento como en casa.
Uno de los caprichos que me he dado aquí ha sido ducharme , por primera vez en el viaje, con agua caliente. Cuidan de mí como 8 madres a la vez, como muy bien, tengo mi espacio, y lo mejor son las sobremesas llenas de experiencias y vivencias que compartimos.
Estos días también he empezado las clases de Swahili y aunque os parezca mentira, es mucho más fácil de lo que la mayoría podéis pensar.
Para terminar os contaré que ayer fui pvez a la Squoletta donde voy a hacer el voluntariado estos meses de 15 a 17h y estuve jugando con los niños. El viernes es el día de juegos y deportes. En grandes cajas se sacan los juguetes, los balones y las combas y les dan la oportunidad durante un par de horas de olvidarse de todos los problemas que les rodean.
Esto es todo por hoy, mañana iré a comprarme una bici para moverme por aquí, hacer algo de ejercicio y no olvidarme de los descensos locos que solía hacer por la Casa de Campo ni de las bicicletadas con IDEO.
Un abrazo gigante.
👧🏿dada Marta.